Soy una madre bestial

Ayer nos invitó Faunia a un grupo de blogueras a pasar el día allí, rodeados de fieras, propias y ajenas. Debo confesaros que a mí este tipo de parques temáticos con animales en cautividad me crean todo tipo de sentimientos encontrados. Pero al final, en un nuevo ejemplo de mi relativismo moral, acabo sucumbiendo al entusiasmo de mis hijos y disfruto como la que más. Y ellos sí que disfrutaron, pipa se lo pasaron viendo toda clase de bichos, muchos desde más cerca de lo que yo hubiera deseado (tener a un mamatí de más de 200 kilos pasando por encima de tu cabeza a menos de dos metros es verdaderamente impactante). Pasamos allí el día entero, porque mis hijos no se cansaban de verlo todo una y otra vez y no hubo manera humana de sacarlos de allí hasta que hubieron visto, guía en mano, hasta el último bicho. Y qué queréis que os diga, que esta visita ha enriquecido muchísimo nuestras conversaciones familiares: ahora podemos comentar con mucha autoridad dónde tiene el veneno el ornitorrinco y qué efectos causa, cómo se impulsan de árbol en árbol los lemures de Madagascar o por qué parece que hablan los guacamayos. También hemos aumentado nuestros recursos para jugar a las adivinanzas animales, uno de los juegos favoritos de mis hijos pequeños, y hemos adquirido conocimientos impagables para poner en práctica nuestro talento dramático: hasta 20 veces interpretaron anoche mis hijos los siete pasos escasos que logra dar antes de morir una persona a la que ha picado una serpiente coral! Y seguro que esta noche continúa la representación.
Si queréis vivir en carne propia esta experiencia, y que vuestros hijos hablen con familiariedad de lemures y armadillos, podéis participar -mandando un comentario con vuestra dirección de mail- en el sorteo de dos entradas dobles para Faunia (o sea para dos adultos con dos niños). Teneis de plazo para participar hasta 9 de junio. Y así podreis gritar:

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